Después de
tanto pensarlo, decidí hacer mi trámite para cambiarme a la carrera de
Administración. Ya después les estaré contando mi situación académica. Esta
vez, les compartiré algo de mi vida personal. Una situación vergonzosa que me
sucedió.
Era sábado por
la mañana. Mi móvil vibró bajo la almohada. La pantalla se iluminaba, y yo
sonámbula. Estiré el brazo para silenciarlo, pues su sonido me había
despertado. Abrí los ojos. El sol que entraba por la ventana, me obligaba a
hacerlo de una forma incómoda. Miré el celular; sonreí al ver su nombre. Era un
mensaje de Esteban, mi novio, y decía: “Buenos días princesa.
¿Cómo amaneció el amor de mi vida? Necesito verte. Extraño todo de ti.”
Giré por la cama. Releía sus palabras una y otra vez. Le di responder, y
escribí: “Estoy bien corazoncito, gracias. También quiero verte. Te amo mucho”.
En lo que mi
contestación se enviaba, me levanté. Los sábados por la mañana siempre estoy
sola y me toca asear toda la casa. Puse la radio. Sonaba sex on fire, una de mis
canciones favoritas, así que subí el volumen al máximo. Me dirigí hacia la
cocina cantando como loca. Cuando de pronto, volvió a sonar mi celular. Esta
vez, no era mi novio. “Hola hermosa. ¿Sabes? He pensado mucho en ti,
preguntándome cómo estarás. Tiene rato que no nos vemos. Me gustaría salir
contigo. Extraño tu compañía. Atentamente: Darío.”
Darío, es un chico con el que hace tiempo solía salir, o como actualmente se dice, mi free. Ya había pasado más de un año que no nos veíamos, lo cual me sirvió para no caer de nuevo en su tentación. Decidí no contestar ese mensaje.
Al momento que preparaba mi desayuno, me llegó otro escrito a mi celular. “Pues yo te amo más y te lo demostraré. Iré en la tarde por ti Te tengo una sorpresa.” Ahora sí, era Esteban.
Desayuné
rápidamente. Comencé a limpiar toda la casa. Ya era medio día. Pronto llegaría
mi amor. Me di una ducha. Subí a mi recámara, y empecé a buscar en mi armario
qué ponerme. Como siempre, tardé en arreglarme. Escuché que tocaron la puerta;
bajé apresuradamente, y al abrir, ahí estaba, era Darío.