domingo, 18 de noviembre de 2012

Un respiro para aliviar el estrés


Estos días han sido muy complicados. Los problemas son las causas principales de este maldito estrés. Siento un sordo abatimiento, como si un puño apretara mi corazón impidiéndome respirar.

La semana pasada fue un desastre.

lunes
Pasé la tarde con Esteban. Me llevó a su casa. Vimos una película, y después de tanto besarnos, terminamos haciendo el amor.

martes
Al llegar de la escuela mis papás estaban discutiendo, y como siempre, se desquitan con uno. Me regañaron: que por llegar tarde, que no le ayudo a mi  mamá, que me gusta estar solo en la calle, que mi novio tiene la culpa por quitarme el tiempo. Sacan todos los trapitos al aire. Preferí encerrarme en mi cuarto e ignorarlos.

miércoles
Salí temprano de clases. Le llamé a Esteban para decirle que iría a verlo. Tenía que llegar antes de las dos, pues a esa hora él entraba a la escuela. A las 12:30 tomé el autobús. Había mucho tráfico. No dejaba de mirar el reloj. Cuando vi que ya era la una y cuarto, preferí avisarle que no llegaría. Bajé del camión y tomé una combi para llegar más rápido. Alcancé a llegar 20 minutos antes. Comencé a buscarlo; ya le iba a marcar, pero observé que estaba del otro lado de la calle, abrazado de una chica, besándola. Me dio tanto coraje que me puse a llorar. No tuve el valor de reclamarle de frente. Me fui, enviándole un mensaje para terminar con todo.

jueves
Me sentía deprimida. Tenía tantas ganas de llorar... Extrañaba a Esteban, y para acabarla, las cosas en la universidad estaban muy mal. He sacado pésimas calificaciones. Presiento que me iré a globales, y sinceramente, no me importa.  Ya no quiero seguir. Estoy harta de la escuela, los profesores, mis padres, las tareas, las lecturas, la carrera… De todo.

viernes
No tenía ganas de ir a la escuela ni de hacer nada. Me sentía mal y con mucho sueño. Desperté con muchas náuseas. ¡Debió ser por mi mala alimentación! Mis papás se preocuparon y decidieron llevarme al médico. En el camino les conté lo de Esteban, lo de la escuela y lo de mi salud. Se enojaron e iniciaron una conversación conmigo. Llegamos al consultorio. La doctora me revisó y me sacó sangre para unos análisis.

sábado
Tuve que pararme temprano para ir por mis resultados médicos. Al llegar, la doctora muy seria me preguntó mi edad. Le contesté que por qué la pregunta, y solo dijo: “Porque serás una madre muy joven. Estás embarazada”.

Es increíble ver las cosas por otro extremo y mirar que has desaprovechado tantas oportunidades... Observar que pudiste escoger otro camino, cuando ya es demasiado tarde para retroceder. Por ello, hay que pensar las cosas cuantas veces sea necesario. Cuesta cada error en la vida, porque nadie dijo que era fácil. 


domingo, 11 de noviembre de 2012

Después de la tormenta, sale el sol

Al momento que Esteban se marchó, tenía tanta rabia que no puede evitar desquitarme. Le grité a Darío, pidiéndole que se fuera de mi casa y que no quería volver a verlo.


En la noche, no pude dormir de tanto llorar y pensar en la situación. Esteban no respondió ninguna de mis llamadas ni mensajes.


Al día siguiente, me despertó el tono de mi celular. Era un mensaje de Esteban. Me senté rápidamente y comencé a leerlo. “Laura quiero hablar contigo, aclarar las cosas. ¿Podemos vernos? Te espero en mi casa. Ojalá vengas. Es importante para los dos”.

Inmediatamente me vestí, arreglé mi cabello y bajé corriendo las escaleras. Agarré un bolso, mi dinero, mis llaves y mi celular. Su casa estaba como a una hora de la mía, pero no me importaba. Salí sin avisarle a nadie. Tomé el autobús.


Llegando, bajé rápidamente y me fui corriendo hasta su casa. Llegué al edificio. Él vivía en el cuarto piso. Estaba exhausta, y aun así, subí apresuradamente cada escalón. Me acerqué a la puerta. Respiré fuertemente y toqué.

Al abrir, su cara mostró un gesto de asombro, pues parecía como si apenas se hubiese levantado.


— ¡Hola, Esteban! —exclamé, y me lancé a sus brazos.

—Hola, entra  —su rostro parecía sensato.

Nos dirigimos a la sala.
— ¿Quieres tomar algo? —preguntó.
—Un vaso de agua, por favor —dije penosamente.
—Pues adelante, habla —me indicó mientras me entregaba el vaso. 

—Bueno —sentía un nudo en la garganta—. Lo siento, no sé cómo empezar.

—Está bien. Preguntaré yo. Honestamente, ¿qué paso ese día? —era obvio que sería su primer pregunta.
—Pues ese día tocaron a mi puerta. Creí que eras tú, pero lo vi a él. Charlamos un rato y después —hice una pausa, pues estaba muy nerviosa—, después lo besé. ¡No sé por qué lo hice! Estoy arrepentida.

— ¿Debería creerte? —Me cuestionó, muy serio.

—Hazlo, es la verdad. Yo no siento nada por él.

—No sé qué pensar. Yo quería estar contigo. Pasar el día a tu lado y llevarte adonde tu quisieras ir. La verdad, me dolió verte con él —vi como una lágrima salía de sus ojos.

— ¿Sabes qué? —Lo miré, aguantando las ganas de llorar— Dicen, que quién te quiere, te busca, y yo he venido hasta aquí, corriendo, pensando en ti, sin saber qué hacer. He pasado la noche anterior llorando. No sé por qué cometí ese maldito error. El caso es que me importas mucho y no te quiero perder.

—Tienes razón, tampoco quiero perderte. Confío en ti, pero prométeme que no volverá a pasar —me dijo, esperando una respuesta inmediata.

—Te lo prometo. Gracias —lo abracé, y me dijo al oído—. ¿Quieres salir esta tarde conmigo?

—Claro, me encantaría.

domingo, 4 de noviembre de 2012

De nuevo, la tentación ganó


Fue una repentina sorpresa ver a Darío frente a mí. No sabía si estar feliz por su visita o preocuparme por el problema en el que me metería cuando llegara Esteban. 
Al abrir la puerta me abrazó y dijo:     
— ¡Hola preciosa! ¿Cómo estás?
—Perfectamente ¡No esperaba tu visita! —Exclamé.

—Ya veo. Estas muy hermosa, como siempre. ¿Esperas a alguien? 

—Sí, quedé con Esteban para dar la vuelta, pero adelante, pasa.
— ¿Aún sigues con él? ¡Yo que venía a declararte mi amor! —expresó con tono irónico.
Con una sonrisa en mis labios, traté de cambiar el tema y lo invité a tomar un café.



Entramos a la cocina, y en lo que calentaba el agua, se acercó a mí, abrazándome por detrás. Besaba mi cuello y yo sentía su respiración en él. Giro mi cuerpo. Me cogió por la cintura tratándome de besar. Lo quería, me atraía, me gustaba estar con él, aunque no era correcto sentir eso. Me distancié de él y susurré:

— ¿Para qué has venido? 

—Para conquistarte y convencerte que yo soy para ti —pronunció sarcásticamente, mientras volvía a tomarme por la cintura.



Se fue acercando más a mí. Dejé que me besara. Y es que sus besos sus caricias, siempre me volvían loca. Era difícil resistirme a él. Mi conciencia quería parar, pero mi deseo decía que continuara. Estuve a punto de dejar que siguiese, hasta que tocaron la puerta. Me dirigí a abrir. Pensé en lo que había hecho. ¡Estoy loca! ¿Por qué lo hice?
Al abrir. ¡Mierda! Era Esteban.
—Hola princesa —dijo mientras su rostro se llenaba con una gran sonrisa.
Me besó y me entregó una rosa. !Dios, qué he hecho¡ Esteban es tan lindo conmigo y yo envolviéndome con Darío.


De repente, la sonrisa de Esteban se borró completamente. Su cara se llenó de tristeza y odio. Sí, Darío estaba detrás de mí.

Con voz fuerte, Esteban preguntó—Laura ¿Qué hace este idiota en tu casa?

Balbuceando respondí— ¡Cálmate! Solo vino a saludarme y ya se iba.
Sin pedirme más explicaciones y muy enojado mencionó:

—Tranquila, que aquí el que se va soy yo

— ¡Esteban, no! Escúchame por favor. No es lo que tú piensas —Grité desesperadamente.

— ¡Oh  vamos! No soy tan tonto como para pensar que solo vino a saludarte. Lo siento Laura.  



Esteban se marchó sin escuchar ninguna explicación. ¿Qué había hecho? Estaba llena de rabia y de dolor.